miércoles, 23 de septiembre de 2009

Pekín día 5. Wanfujing, el hutong y el templo Pudu, y alguna compra.













Como ya es lunes nos vamos al CITS a comprar los billetes para Chengdé y Xian. Nos atiende una adusta funcionaria, que por su actitud parece un poco harta de intentar entenderse con los turistas. Gracias a la fortuna nos pone en manos de una joven animosa y atenta, que nos ayuda a organizar horarios. Luego hay que subir a otro piso para comprar los billetes, pero ya es la hora de comer en China, y no podemos hacerlo. Volveremos a la tarde, buscaremos a nuestra guía y finalmente podremos comprar los billetes. Parece que no hay primera y segunda, o turista y preferente; supongo que al ser un país de ideología comunista no podían organizarse así. Pero hasta en los países comunistas hay clases (Pekín es un mostrador evidente) y aquí se llaman asiento o cama blanda y asiento o cama dura. A Chengdé en asiento blando a la ida y duro a la vuelta; a Xian en cama blanda a la ida y dura a la vuelta. Ya lo contaremos.
En esa hora de la comida aprovechamos para dar una vuelta por un hutong próximo, al que se puede acceder por ejemplo por la Pudusi Xixiang y que viene indicado en la guía. Desde Donghuamen Dajie se baja por Nanchizi Dajie (estamos al lado de la esquina sureste de la ciudad Prohibida) y la primera a la izquierda es Pudusi Xixiang. Lo vimos como un ejemplo de un hutong recuperado, limpio, con sus típicas puertas pintadas en rojo, que a veces dejan ver los patios interiores, pero sin apenas transeúntes. Parece un pequeño núcleo residencial en medio de la ciudad. En su interior está el templo Pudu, pequeño y coqueto, donde además de algunos visitantes algunos fieles hacen sus oraciones y ritos con varitas de incienso. De vuelta a Nanchizi Dajie volvemos por ella hacia Donghuamen. Nanchizi es una calle secundaria, que no tiene que ver con las grandes avenidas, donde puedes ver el día a día de Pekín, siempre tan activo.
Las fotos de esta entrada son del hutong y del templo Pudu de Internet, la foto pequeña es del mercado Yashou.
Y en la misma esquina con Donghuamen entramos a comer en un restaurante, con dos elegantes recepcionistas que nos dirigen a una mesa. Como está al lado de la Ciudad Prohibida hay carta en inglés. Pedí algún tipo de arroz de primero y pichón de segundo: Sacan el pichón entero, incluida la cabeza, ya que valoran mucho la cabeza de las aves, pero a nosotros nos causa cierta impresión. El servicio muy atento en todo momento y mis problemas con los palillos parecen ir menguando.
De vuelta al CITS finalmente nos hacemos con nuestros billetes. La misma persona que nos había atendido por la mañana lo hace por la tarde, con la misma amabilidad y atención. De paso le repreguntamos por un buen sitio para ver opera de Pekín, y nos aconseja sin dudarlo el Liyuan, que viene en todas las guías.
A la tarde volvimos a Sanlitun, porque como ya hemos dicho habíamos perdido la cámara y había que comprar otra. Estuvimos mirando en las tiendas del Village de precio europeo pero acabamos en el Centro Yashou, que puede que empezara siendo un mercado de ropa pero ahora vende todo lo que China es capaz de producir. Es un edificio de 5 plantas junto al Village, donde la mayoría de los establecimientos son pequeños cubículos donde animosas y animosos dependientes te llaman amigo y te dicen que eres muy guapo, lo que en mi caso pone en evidencia su doblez. Naturalmente las estrellas son la ropa, los relojes, las maletas, joyería y sastrería (un traje en dos días por 530 yuanes de “pura lana cashemire”, ya os diré el resultado). Allí compramos la cámara. En la entrada del día 15 comento mi opinión sobre las compras en Pekín, que ya adelanto que no es muy halagüeña.
Volvimos en taxi, pasadas las 10 de la noche, a Donghuamen Dajie porque leímos en la guía que hay un mercado nocturno, donde se ofrecen para consumir allí mismo una gran variedad de productos. Al llegar no vimos nada que nos pareciera un mercado, pero había una zona particularmente hedionda que estaban limpiando con mangueras. El mercado nocturno es en realidad un mercado vespertino, que otros días vimos abierto a partir de las 7 o las 8 de la tarde. Más que un mercado es un conjunto de puestecitos, limpios, con profusión de acero inoxidable, que a esas horas todavía no huelen apenas, en los que se preparan y se venden brochetas de todo tipo, dulces y saladas, mariscos, carnes, mazorcas de maíz, etc, y como todo muy concurrido por un público autóctono.
Ante el fracaso de la excursión culinaria bajamos Wangfujing Dajie abajo (aún había abiertas algunas tiendas) y cogimos un taxi, de los que esperaban tranquilamente, tras la obligada discusión con los que se ofrecían espontáneamente. La tarifa nocturna es algo más cara, pero el precio sigue siendo muy barato.

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