lunes, 10 de mayo de 2010

Degustación de Titus Andronicus. La Fura dels Baus



Aunque el espectáculo tiene mucho que ver con la cocina (está implicado nada menos que el Restaurante Mugaritz de los hermanos Aduriz, en Rentería) esta vez se trata de comentar una obra de teatro, o algo relacionado con una obra de teatro.
En primer lugar la compañía, La Fura, que esta vez se alía con Aduriz. Como es habitual eso presagia un montage con inclinación a la desmesura.
En segundo lugar la instalación, la Tabakalera de San Sebastián. La Tabakalera (la antigua Fábrica de Tabacos) está llamada a convertirse en un foco artístico clave, un espacio creativo donde han de darse cita todas las manifestaciones artísticas emergentes. De momento parece inclinarse por una estética "poco elaborada" por llamarla de alguna manera, ya que las salas, puertas, verjas, etc son los de la antigua fábrica, solo con las restauraciones más imprescindibles. Desde luego, el lugar ideal para La Fura.
En tercer lugar la obra, una adaptación de Titus Andronicus, de Shakespeare, que vista con ojos de hoy también tiende a la desmesura. Algo así como algunas de la peliculas de Almodovar. Odios, venganzas, asesinatos, violaciones, engaños, y de traca final una mujer, mala, malísima, a la que hacen comer con engaños la sangre de sus propios hijos, para después asesinarla, que el emperador mate a su asesino, que el hermano del asesino mate al emperador, que el....
Como resultado un montaje impresionante, al que quizás cuesta un poco arrancar pero que acaba haciendo creíble el drama. Con el público de pie en la sala durante toda la representación, jugandose los pies con los artilugios con los que los fureros la recorren una y otra vez, de vez en cuando se les distribuye uva, o azúcar hilado, o unos pequeños hojaldres, que son disputados con cierta contención. Finalmente 30 afortunados son invitados al banquete final (donde la mala, malísima, come la sangre de sus hijos en empanada) que apenas pueden disfrutar entre tanto asesinato. Eso si, dan pie a la frase final, que me he apuntado cuidadosamente: "Y después de una gran tragedia, la gente sigue comiendo".

martes, 4 de mayo de 2010

La plaza de Santa Ana, en Madrid


Hoy voy a referirme a un lugar donde, si estoy en Madrid, siempre pasaré en algún momento: la plaza de Santa Ana.
Mi última visita ha sido el 26 de Abril, a medio día. He comido en el Midnight Rose, al que ya he dedicado una entrada, pero también podía haber comido en el Ginger, en la vecina placita del Angel
Y después, con uno de los primeros días de calor del año, café en una de las terrazas de la plaza. No puedo recomendar ninguna en particular; en todas el servicio es displicente, con esa sensación de que te hacen un favor y están mal pagados, pero desde mi mesa pude ver en un ratito:
- Un tipo gordo y fondón que ejecutaba una serie de pasos que supuestamente pretendían imitar a Michael Jackson. Sin música, iba de terraza en terraza, ejecutaba sus movimientos gimnásticos y sus piruetas y rápidamente pasaba por las mesas.
- Todo un grupo flamenco: el abuelo y el joven con sendas guitarras y sillas de enea, y la joven con su vestido de faralaes haciendo su baile y sus zapateados dirigidos a los turistas.
- Al menos media docena de masajistas chinos, ofreciendo sus servicios a los transeúntes. Masajes de cuello y espalda y el famoso masaje de los pies. Sus objetivos favoritos: los turistas de mediana edad, cansados de su visita.
- Decenas de turistas comiendo enormes platos de fritos, y docenas de nacionales que toman café, o cerveza, o comen grandes platos de fritos.
- Algunos pordioseros, pocos ciertamente.
Y en un lado, mirando al María Guerrero y dando la espalda al hotel, Don Pedro Calderón de la Barca. Y en el otro lado, cerquita del teatro y dando la espalda a la plaza, Don Federico Garcia Lorca.
Además, a las noches, en la vecina plaza del Angel, el Café Central, y su oferta del mejor jazz, del que algún día haremos una entrada.